En el complejo panorama social actual, existe un elemento vital, aunque invisible: la cadena de frío. Esta protege la calidad y la seguridad de todo, desde los ingredientes frescos que consumimos hasta las vacunas que salvan vidas en las farmacias. Sin embargo, esta cadena de frío no siempre es inquebrantable. Fallos repentinos en las instalaciones de almacenamiento frigorífico, la sobrecarga de los almacenes durante los periodos de máxima producción y las demandas urgentes derivadas de grandes eventos pueden poner a prueba el mantenimiento de un entorno de baja temperatura constante.